sábado, 20 de marzo de 2010

La ilusión del peso

A veces se nos escapa la realidad. A veces creemos que lo negro que está alrededor nuestro nos come, nos aplasta. A veces creemos que, en serio, somos el centro del mundo, pero no ese centro que todos admiran ,sino el centro de apoyo, ese punto en que se centra el peso del mundo entero. A veces nos creemos que la vida es oscura, que nada bueno puede salir de todo esto. A veces ese adolescente triste nos visita y nos pesa igual que cuando rondábamos esa edad de pasiones y sentimientos.
Hay días en que miramos atrás y ese pasado no nos pone felices

Pareciera que ya es muy tarde

Que el silencio de la noche lo absorbe todo, que las nubes de polvo gris secarán todo a su paso, que ya jamás una gota de luz hará brillar mis ojos, que ninguna llama arderá lo suficiente como para alejar el frío helado que dejaste, que mi existir es absurdo, que la herida de tus falacias no cerrará jamás, que la cicatriz de tus garras en mi espalda será mi marca eterna, que nadie destruirá o al menos alejará a tu fantasma, que seré espectro de carne por siempre, que el caparazón que me ahoga pesará aún más con el tiempo y jamás podré librarme de él, que la búsqueda no tiene sentido y la espera aún menos, que tu sombra me absorbe y no tengo donde ir, que el porvenir es la nada, que el presente es el vacío, que estoy sólo ahogándome en la multitud, que el pasado es un arpón en mi espalda, que el mañana es un puñal en mi plexo, que ya he caído de rodillas y nadie podrá levantarme, que solo no puedo, que alguien a mi lado me cortaría el cuello, que no queda nada ni nadie por quien luchar...

Pero es mentira.-

El sol sale todos los días, es cuestión de abrir la ventana y empaparnos de su luz, nada está perdido, queda mucho que hacer. Sólo es cuestión de levantar la vista y mirar hacia adelante...

domingo, 14 de marzo de 2010

Adaptación a la inversa

Este es un cuentito que escribí en base a un guión en el que estoy trabajando con un amigo para hacer un cortito en 3D. Espero les guste. Hay algunas sutilezas que tal vez les recuerden a otras situaciones, pero es que uno no puede evitar contagiar de lo que siente a las cosas que escribe.


El incidente de la Pico de Loro

No es que quiera simular ser más de lo que soy, pero mi presencia en esa casa era algo así como clave, casi esencial. El médico le había advertido “un pocillo de nueces cada noche” y ella le hacía caso, para eso era médico, había estudiado y sabía lo que decía. Por eso mi presencia en esa casa era clave, era la piedra angular de su existencia, vivía, casi o más o menos, gracias a mí, no es que quiera simular ser más de lo que soy, pero era así, al menos después del incidente de la pico de loro.
En realidad del incidente sé lo que me contaron, yo no vivía ahí cuando acaeció (linda palabra, ¿no? “Acaeció”) yo estaba en otra habitación, con otros compañeros, igual yo ya la conocía, habíamos compartido uno que otro trabajito juntos y sabía que, si bien no era eso lo que ella mejor hacía, al menos se le daba bien y claro, para una viejita era más fácil con ella que conmigo, aunque yo ahora soy, o era, bueno, el indicado para ello, al contrario de lo que Ofelia pensaba, era más sencillo de lo que creía, o estaba mejor dotada de lo que pensaba.
Como decía, del incidente sé poco, sé, por ejemplo, que fue de noche, ella dormía, pero Ofelia no, estaba viendo televisión, tal vez por eso no escuchó nada, o tal vez sí pero más interesante era seguir viendo lo que estaba viendo, que aunque lo veía casi todas las noches, era siempre distinto, ese aparato con esas luces, cien canales con sintonizador automático y control remoto, aunque estaba roto, pero lo había. Nunca, ni ella ni yo pudimos hacer algo para arreglarlo, era le limitante que compartíamos, Ofelia lo sabía, pero nunca dijo nada.
Yo no tenía ni idea de lo que pasaba fuera de mi lugar, creo que de alguna forma le tenía envidia, es que es como ascender en la escala social, pasar de donde veníamos a dónde acabó, aunque claro, si nos hubiéramos quedado donde pertenecíamos no hubiera pasado nada, yo tampoco estaría contando nada ni nadie lo estaría escuchando y todo hubiera seguido igual, como debe ser, sin cambios, estable.
Casi me sentí contento cuando me enteré de lo que había pasado, aunque no sabía casi nada, sabía, por ejemplo, que no sólo eran nueces, no, había varias castañas involucradas, y claro, las almendras que siempre están en todos lados, pero no mucho más, es que yo era el ideal y el hecho de tener esa oportunidad pudo más que cualquier sentimiento de solidaridad para con una ex compañera, era mi lugar desde un principio y sólo era cuestión de tiempo, pero ese tiempo pasaba y yo ya había quedado en el olvido, relegado a un segundo plano, me habían arrebatado lo que por derecho me correspondía, por eso no pude, no pude dejar de sentirme contento, aunque, claro, lamenté el hecho, pero no pudo más que mi alegría, no señor.
No voy a negar que me sentí orgulloso de ser ascendido y me imagino que también fui la envidia de más de dos, aunque, aquí entre nos, yo era el indicado desde siempre, fue un error elegirla a ella antes que a mí y hubiera sido una error elegir a cualquiera que no fuese yo, sobre todo por el hecho de que no hay limitante de tamaño conmigo, aunque el rango de ella era amplio, debo reconocer. Aún así y por más amplio que fuera, había un rango y conmigo no, creo que también por eso estaba tranquilo, supuse que era respetado, que en mi caso se iba a entender que era eso a lo que me dedicaba (entre otras muchas cosas, obvio) y no había mucho más que hacerle, conmigo no había piezas que separar, mi entereza era indiscutible e irrevocable (otra palabra linda), yo estaba a salvo.
Todos se alegraron de mi llegada, estoy seguro, aunque no lo hicieron notar, igual no esperaba más de un puñado de cubiertos con un solo y único fin. Me acomodé bien, aunque mi poder es enorme (la grandiosa física) mi volumen es menor de lo que podría esperarse (otro motivo por el cual fui el indicado desde siempre). Enseguida me parlotearon del peligro que corría, ahí me enteré de que estaban bien organizadas y de que no habían sido más que cinco, cinco y dos castañas…
Aún así me quedé tranquilo, aún así no me preocupé, eso era con ella, conmigo no, no iba a pasar, no tenía por qué.
Creo que pasaron dos o tres días, yo había estado haciendo mi trabajo muy bien, muy bien, en seguida Ofelia le agarró la mano y nos complementábamos maravillosamente, era casi mágico vernos en acción, primero la fuerza, mi fuerza, claro, un pequeño balanceo, un sutil movimiento de muñeca, el brazo y ¡bang! Luego descansaba y veía el rítmico movimiento de dedos con el que se quedaba con la recompensa, era imposible no verla y quedarse atónito (otra palabra que me gusta) el sutil temblor que la edad le había dado en las manos, la delicadeza, el cuidado con el que recuperaba hasta el último trocito perdido, enganchado bajo la dura pero lisa y brillante cáscara interior, mientras yo reposaba a un costado, orgulloso de no haber dañado nada, de haber hecho excelentemente lo que tenía que hacer, dejar el interior al descubierto sin afectarlo, sin dañarlo, no un rasguño, no un magullón, intacto.
Recuerdo que esa noche fue no muy distinta, de hecho no lo fue en absoluto, llenó su pocillo, limpió la mesa y me dejó donde siempre, hoy miro hacia atrás y creo que todos lo sabían, todos menos yo, y Ofelia, claro, ella nunca se enteró ni se va a enterar de nada. Estaba recordando lo bien que me había desenvuelto y repasaba errores, mejoraba mentalmente la técnica, cuando escuché unos ruidos. Por primera vez pensé que tal vez yo no era distinto, que tal vez no era yo, sino lo que hacía lo que me condenaba a acabar con la misma suerte que la pico de loro, por primera vez deseé haberme quedado en la caja de herramientas, no haber venido a cascar nueces, después de todo el hecho de poder hacerlo tal vez no era suficiente motivo para hacerlo, probablemente no era este mi lugar, después de todo un martillo debería clavar clavos o, a lo sumo recomponer una chapa, no romper nueces. Miré alrededor y pude leerle el pensamiento a los tenedores cuchillos y cucharas (en especial a las cucharas que no pinchan ni cortan) y ahora me doy cuenta, esa noche no dormían, estaban esperando lo que sabían venía. Fue entonces que vi luz, Ofelia había vuelto por algo, pensé, pero no, eran ellas, las nueces abrieron (Dios sabe cómo) el cajón, me levantaron y me arrojaron detrás del aparador, entre pelusas, cucarachas, un cascanueces y una pico de loro.

Este es el blog de Doménico. Acá, entre otras, cosas hay información de cómo va el cortillo.

martes, 9 de marzo de 2010

De snobs, artistas y artistas snob



Hace un tiempo estaba por el centro y se me ocurrió pasar por el MAMM (Museo de Arte Moderno de Mendoza) a ver la exposición de arte contemporáneo del ¿movimiento? C/temp. (Si bien había un cartel que lo explicaba, no me quedó muy claro) Debo admitir que bajé a ese lugar con cierto miedo y, por qué no decirlo, recelo, no soy un gran admirador del arte por el arte. Entré, ví, quise sentir (en vano salvo honrosas excepciones) y salí con una sensación de pesadez que hacía mucho no tenía, seguramente producto de mi ignorancia y mi propia ineptitud a la hora de apreciar una obra que, claramente, sobrepasa mis capacidades intelectuales, culturales y emotivas.
Asqueado me fui a una plaza y (sin ser escritor ni mucho menos) salió esto que comparto con ustedes.


Los destructores de estructuras

De Calcio se han hecho ya las sombras que cubren los ojos de los creadores de ideas. De esos que debían señalar las grietas y surcarlas. Su imperdonable e injustificable ceguera desdibujó el camino y sólo la codicia es hoy su móvil.
Soy testigo del más triste de los espectáculos, veo callar al que debería estar opacando las voces de los mentidores, veo retorcerse en su ego al que otrora creí dador de esperanzas, de fuerzas, al materializador de las ideas. Los veo agruparse con sus pares y aislados del llamado vulgo entregarse a una bacanal de elogios y pueriles adulaciones, amándose a sí mismos y entre sí.
Veo hoy a los destructores de estructuras destruyendo el puente que los unía al pueblo que ya no puede entender más nada de lo que dicen y enorgullecerse de ello. Los veo a ellos, los destructores de estructuras, luchando por ¿entrar? en el sistema que azota a todos en vez de buscar sus falencias, sus patas enclenques y señalarlas para que las poderosas manos de los más débiles destruyan ESA estructura.
Y me pregunto: ¿A quién importan ya sus pasos si caminan por un sendero que le es indiferente a quienes NECESITAN de su presencia, de sus ojos analíticos? ¿A quiénes ayudan ahora? ¿Para qué están?
Pues para deleite de quienes debieran ser sus enemigos. Para venderse al mejor postor. Para colgar sus obras en mugrosos edificios y pasearse e invitarse a pasear deglutiendo en forma de canapé y vino lo que quedaba de su entereza, lo que quedaba de su dignidad.
Asisto hoy al más repugnante de los espectáculos, a la transmutación más horrible, una que ni sus pequeños cráneos de artistas bohemios y mediocres jamás hubiesen podido concebir.
Hoy los veo convertidos en una prostituta cara que nadie quiere pagar y que, consternada, razga sus vestiduras reclamando la atención de ese mono redondo que ríe libidinosamente, pues sabe que pronto va a sodomizarla gratis y sin remordimiento.

¿Es que ya no hay nadie que piense sin el bolsillo? Simplemente no veo por qué el artista se preocupa por entrar en el sistema. Lo veo como una justificación de ese sistema, como una resignación... ¿Será verdad que todos los valientes murieron y el nuestro se ha convertido en un "país de cagones" como me dijo un taxista (gente sabia, si la hay) hace unos días?¿Será que todo está tan mal que hasta los artistas, esos bobos soñadores y defensores de utopías, han perdido la esperanza y quieren acomodarse en algún lugar antes de que ya sea tarde?
Elijo creer que no, elijo pensar que esa es gente que jamás creyó en lo que hacía, que jamás entendió el compromiso que aceptaba a la hora de pararse delante de los que escuchan sus palabras. Lo más triste es que esa gente que escucha no oye nada nuevo, ve a un puñado de ratas escapándose por los tirantes del barco antes de que se hunda.
De todas formas es una apreciación personal y puedo estar equivocado... ojalá. Ojalá no sea verdad que el arte hoy es más una justificación de snobs para mostrarse que un medio de cambio, más una máquina de producción que una faceta revolucionaria de la cultura, más una cagada que un suspiro de alivio.

viernes, 5 de marzo de 2010

De ovejas y pastores

Hace un tiempo me llegó este video al correo, primero me pareció muy loco que alguien justo lo estuviese filmando, después cuando vi que habían varias "puestas de cámara" me dí cuenta de que lo loco en realidad es la era en que vivimos, el poder que tenemos en nuestras manos y ni siquiera lo notamos, pero eso es tema para otro post.
Luego de un tiempo me dí cuenta del potencial de este video ya que tenía un análisis de Derek Sivers que me pareció muy interesante (acá el original) y decidí bajarlo (con todos los dramas que trajo) y subtitularlo para que todos pudiéramos entenderlo.
Bien, primero véanlo, dura casi tres minutos.

(mis habilidades de internauta son bastante limitadas y no pude ponerlo más grande sin que se corte la imagen, para verlo mejor, si no alcanzan a leer los subtítulos, clickeen el nombre del video, el de abajo del cuadro)


Es verdad que estamos jodidos, es verdad que hay muchas cosas que no podemos arreglar, que se nos escapan de las manos y aunque tratemos están lejos, muy lejos de nosotros. Pero también es verdad que hay muchas otras que, aunque pequeñas, mejoran la "calidad de vida", hacen que la lucha diaria sea menos pesada y a la larga nos despejan la cabeza para enfocarnos en las importantes, las que hoy no podemos cambiar pero que si despejamos el camino, mañana seguramente podremos. Es que a pesar de todo no dejamos de ser un puñado de animalitos que reaccionan en función de muchos estímulos y lo mejor de este video es que es justamente la prueba de que se puede generar, desde uno sólo, una pelota que crece sola, que gana momento y se nos escapa para comenzar con ese cambio que en el fondo (o en la superficie) todos deseamos.
Qué pasaría si cada vez que vemos a alguien reprocharle al chofer del colectivo por arrancar antes o pasar de largo alguna parada acompañáramos ese reproche en lugar de quedarnos callados y aceptar lo que sucede, si cada vez que alguien se queja en el supermercado por una promoción confusa nos uniéramos al reclamo en lugar de de apresurar al cliente porque estuvimos mucho en la cola y queremos pagar e irnos de una vez. Que pasaría si cada vez que oímos a alguien quejarse por la mala atención nos sumáramos a la queja, si cada vez que alguien grita una verdad gritáramos con él, si cuando alguien se para en seco, detiene las rotativas y señala ese camino que sabemos deberíamos seguir, lo acompañamos en lugar de continuar con lo que ya hemos visto, con lo que nos impusieron hace mucho, porque es más fácil, más seguro, menos arriesgado, menos ridículo.
Sabemos lo que está mal, sabemos como deberían ser las cosas. ¿Y si cada vez que alguien lo reclama nos unimos en el reclamo?

lunes, 1 de marzo de 2010

Irrealismo Representativo

Cómo, de qué manera mostrar la realidad ha sido la más grande preocupación… pero la pregunta es una sola, ¿Hace falta mostrarla tal cual es? ¿No basta ya con verla a diario? Es que la visión moderna de la realidad, con avances, crecimiento, progreso, mejoras, esa maldita fidelidad… ¡Pero si el ser humano no es fiel ni a sus instintos! ¿Por qué, entonces, hacer de ésa nuestra obsesión? Qué sentido esconde esa visualización exacta, determinada, casi “objetiva”, del mundo. ¿Hay en el fondo algo bueno en ello?

Miremos hacia adentro nuestro y tratemos de idear un mundo, de crear nuevas leyes físicas, tratemos de crear un nuevo cosmos dónde todo lo que deseemos sea posible, creemos un reflejo representativo y no figurativo. Mostremos la realidad, pero de una forma que no se halla visto jamás, desde un ángulo impensado, desde dónde nadie pueda situarse nunca, regalémosle eso al espectador, no a ése espectador anónimo que come pochoclo en el cine, o que se esconde en la oscuridad de una sala para poder besar a alguien ignorando el mundo que nace y muere en una hora y media, o más, o menos… Que se atragante, que el beso quede trunco. Pongámosle un nombre al espectador que hace honor a esa denominación, al tipo que exige, que demanda un cosmos nuevo en cada manifestación artística, seamos libres, libres de ataduras, libres de limitaciones, seamos dioses creadores y destructores, no seamos las ovejas que son apaleadas por salirse del camino, demos nosotros los palos a quienes se queden, y cuando digo palos, hablo de golpear con creaciones aún más desconectadas, a simple vista, de la realidad, seamos bajos, altos, anchos y angostos a la vez…

Crece ante nosotros un mundo en decadencia, un mundo que ya no es sólo lo que se ve, un mundo que significa caer y ser aplastado, un mundo que significa levantarse y ser decapitado, un mundo en el que nada es como creemos, que nuestro “arte” sea una bofetada al hombre común, que lo saque de su monotonía, que lo alce, que lo empuje a movilizarse, a cambiar lo que no debería ser, que cree pensadores, que fomente nuevas corrientes. ¡Asistimos al nacimiento de un nuevo arte, formamos parte de lo que dentro de cientos de años se estudiará como los albores del arte digital! Nuestro campo tiene menos de treinta años de historia, está en nosotros el ser precursores de algo que crece o ser culpables de la destrucción y decadencia de algo que muere. El mundo evoluciona, y lo que no lo sigue muere de la forma más horrorosa, quedando en el olvido…

Tenemos detrás nuestro un sinfín de intentos con los que nutrirnos para dar lugar a ése cambio, pero no olvidemos que son sólo eso, intentos; no son nada más que eso. Está en nosotros creer que ya está todo hecho y que no queda más nada que hacer, entregarnos a la inevitable realidad y dejar que lo que podría ser algo grande quede sólo en una forma de vender un producto o revelarnos y mostrar un mundo nuevo.

No estoy hablando de una mezcla de imágenes sinsentido, estoy hablando de imágenes elaboradas dónde no halla distracciones de ningún tipo, cuadros dónde lo que se ve es lo indispensable, un montaje que puntualice la atención en lo que HAY que ver, encuadres que hablen por sí solos, hagamos de cada segundo una palabra, de cada palabra una acción y de cada acción un cambio.

El artista es observador y cómo observador ve los remaches enclenques de la maquinaria de destrucción que crece, señalémoslos entonces, hagamos obvio lo evidente, demos ideas con historias, iluminemos las sombras de la cultura que adora la ignorancia. Estamos a tiempo de girar el gran timón que dirige el barco en el que navegamos, estamos en los albores del cambio, seamos responsables, seamos partícipes con lo nuestro o caigamos en el olvido, por cobardes…